Hoy estrenamos el apartado de Crianza con esta entrada en la que comentaré algunas de las reflexiones sobre la maternidad antes de ser madre primeriza. En realidad estoy a dos semanas de salir de cuentas y son muchas las horas que he pasado leyendo libros, artículos, noticias, blogs,… sobre embarazo, parto y crianza. Nuestro entorno y la educación recibida nos condicionan indudablemente y me atrevería a afirmar que mis padres han sido practicantes de lo que hoy llamaríamos crianza consciente y “slow”.
De modo que a la hora de buscar información inevitablemente me he decantado por estas corrientes por ser lo más cercano a lo que yo misma he experimentado como hija y que además me parecen más acertadas y más acorde con mi manera de ser y pensar.
A priori parece fácil seguir tus instintos pero en el momento que navegas por la cantidad ingente de información disponible sobre estos temas todo se vuelve más complicado. Y a ello tenemos que sumar la opinión constante de TODOS los que te rodean. Una muy buena amiga, al poco tiempo de saber que estaba embarazada me dijo: “ A mi no me gusta que me den consejos ni lecciones de cómo tengo que criar a mis hijos, y yo intentaré solo darte uno: sentido común”.
Estuvimos hablando un buen rato sobre las diferentes prácticas y modas actuales y lo que pude sacar en claro es que cada familia es diferente, cada niñ@ es diferente y tiene necesidades muy particulares y, lo que funciona para unos puede no funcionar para otros.
Tal vez, si nuestra sociedad no fuera tan acelerada ni tan medicalizada y con tantos protocolos todas estas horas invertidas en conocer, prepararse y leer para este acontecimiento no fueran necesarias ya que tener un hijo sería tan natural como comer o respirar. Hoy en día, a un parto solo puede asistir un acompañante y todavía se “invita” a salir de las tiendas y restaurantes a las madres que dan el pecho a sus hij@s en público.
Lo que quiero decir es que aspectos tan naturales de la vida permanecen escondidos con lo que la transmisión de información entre iguales es difícil. Hace unos días, mis padres y yo echábamos mano del álbum de fotos familiar para contar cuantas personas había en casa mientras mi madre daba a luz a mi hermana. En realidad la casa estaba llena: rondaban por ahí el padre (mi padre), evidentemente, los cuatro abuelos, los tíos, mis primos y yo. Si fuera normal ver o estar cerca del parto de nuestras hermanas, primas, tías,… tal vez no tendríamos tanto miedo ni tantas dudas cuando nos llegara el momento.
Y posiblemente, muchas mujeres que han tenido partos difíciles a causa del bloqueo, los nervios o cualquier otro motivo que no fuera físico, les habría ido mejor de modo que ellas a su vez habrían transmitido una información mucho más positiva a las futuras madres.
Y lo mismo ocurre con la crianza, a penas se habla de ella y los cambios que se han experimentado en la sociedad occidental (incorporación de la mujer al mercado laboral, igualdad, escolarización temprana,…) hace que las diferencias entre las necesidades actuales y las de generaciones anteriores sean abismales. Además volvemos a la cuestión del exceso de fuentes de información. Hay infinidad de filosofías, estilos, estudios científicos que dicen una cosa y estudios científicos que dicen la contraria.
Sin ir más lejos, sobre el tema del colecho puedes encontrar autores y estudios que lo defienden a capa y espada y otros que lo satanizan con igual vehemencia. De modo que ¿de quién te fias?, ¿qué es lo correcto?
En mi opinión leer e informarse mucho es la clave y saber que el colecho (por seguir con este ejemplo) es una posibilidad y después decidir si es válido para tu familia. Y por último decir que del error se aprende. Que tal vez tenemos clarísima alguna idea y que llegado el momento no nos funciona por el motivo que sea. Da igual si hablamos de ponerse la epidural en el parto, de practicar colecho o de la lactancia materna a demanda. Puedes surgir complicaciones, contratiempos o simplemente comodidad o situaciones que en principio no contemplábamos.
Y en estos casos creo que lo más indicado es seguir el consejo que me dio mi amiga: sentido común.